Otoño

Esta tarde es distinta, el viento ha cambiado subdirección, las aves migraron a otros terrenos, el clima evolucionó, las noches son más largas y los días escasos, son los primeros días de otoño más exóticos de mi existencia; mientras escribo estas líneas me pregunto qué harás, cómo te sentirás, creo que debo dejar de preocuparme tanto y centrarme en otras cosas.

Dicen que las promesas son inquebrantables, yo acato esa ley al pie de la letra, algo así como cuando decidí ir a refugiarme a la luna. Aquella fue mi hogar durante mucho tiempo, me arrullaba, me protegía de todo (y todos), me enseñó a ser más fuerte y evitar cualquier contratiempo.

Hasta hoy recuerdo a mi pequeño pájaro azul, al perro que resguardaba mi umbral, al árbol frondoso en la ventana, a mi cabaña, mi pequeña y humilde morada, qué puedo decir, soy infinitamente feliz por cada paso que doy y seguiré dando durante toda mi vida. Busco en el horizonte un amanecer, otra atardecer, algo mágico al borde del mar, con la brisa recorriendo mi cuerpo cual baile de primavera. Hace un año por estas fechas, sentía una gran dicha interna, una ansiedad inexplicable y fascinante. Luego de tomar drásticas decisiones pude convertirla en arte, en baile, danza, volví a pisar un escenario y ahora no hay quien me detenga.

Me quedo quieta un instante, hay un pajarillo cantando en mi ventana, no, no estoy en la luna, soy una terrícola de carne y hueso, con alma y mucho sentimiento por dar. Veo el cielo mientras el reloj casi dan las 6, es hora de volver a mi trabajo, la vida no espera pero da una oportunidad para ser grandes. Soy optimista y quiero saber que me depara, vamos.

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