Decir

A veces suelo ser muy fría, indiferente y seria, la realidad es muy distinta a esta máscara que trato de mantener por el miedo que me invade cada amanecer. Busco salidas pero siempre está esa sombra persiguiéndome, mi soledad.

Pasan las horas, sigo recluida en este espacio de metro cuadrado donde solo puedo plasmar mis dotes de redactora amateur mientras la paciencia se colma escuchando al ‘flamante primer ministro’, lo odio, hay que admitirlo.

Ella está ahí, es Zoe viendo todos mis movimientos y Lena – su merced – huyendo por la ventana del quinto piso del edificio ante el constante acoso. “Apúrate y soluciona esa disyuntiva”, esa era la clave.


Querido Rafael:
Hace mucho que te observo y tú también, no sé muy bien de dónde eres o qué tiene tu pasado pero esta batalla a muerte entre mi mente y corazón debe terminar. Sólo te pido un sincero detalle: deja de mirarme con esos ojos de cielo nocturno que posees y añoro en mis instantes de debilidad carnal. Es doloroso saber que aparentes una timidez o indiferencia y darme cuenta (por experiencia) que sufres en silencio. Gracias por sonreír, eso ilumina el día, calma cualquier dolor.

Atentamente, F.

PD: no tengas miedo, yo también sé cómo es aquella soledad. 

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